Todo lo que ví, viendo la nada

Si usted creía no tener nada, llénese de éste todo.
Si usted creía tener algo, vacíese ésa nada.
(faaaahh!!!)

Recomendado para poseedores compulsivos, posible efecto contraproducente.

Todo comenzó en una trasnochada, luego de estudiar, pero teniendo, curiosamente, esa sensación de vacío.
Quería escribir algo, pero mis hojas seguían esperando ser escritas, y yo seguía esperando un soplo de inspiración para escribirlas. Pero no surgía nada. Aunque... (y una vez aquí, ya no pude detenerme).
Releídas éstas líneas, líneas que ya estaban trazadas sin un fin aparente, caí en la cuenta de que sí estuve escribiendo sobre algo: sobre el hecho de que no tenía nada por lo cual escribir.
Pero, entonces, me pregunté: ¿No sería la nada, en este caso, algo?
Generalmente, se entiende como NADA un vacío, una ausencia, una falta de algo o alguien (o “algos” o “alguienes”).
Planteada la cuestión, volví a formularme (y hete aquí el revuelo):
-¿Por qué cuando nos falta algo decimos: “me falta algo” (y no, nada)?
-¿Por qué cuando no nos falta nada decimos: “no me falta nada” (y no, algo)?
Me falta el algo, pero no me falta la nada. Mmmmmm... vaya cuestión.
Dadas las interrogantes, comencé por reformular el concepto de NADA, ya que, como quedó demostrado, la nada no es nada, evidentemente es algo; es ese algo que falta, y que cuando deja de faltar, es decir, cuando lo poseemos, se vuelve a convertir en nada. ¿Problema retórico? claramente, pero no cabe duda que de base socialmente económica. Generalmente, se encapsula a la nada dentro del habla, casi instintivamente, en la negación entre la falta y la sobra. En otras palabras, y ante el dicho:
“NO ME FALTA NI ME SOBRA NADA”
(¿y ahora?) entiendo que:
-en el caso de la NO falta, se posee toda la nada necesaria;
-en el caso de la NO sobra, desposeemos un resto de nada.
Y digo que es posible únicamente negarla (a la nada), pues su afirmación sería semántica, gramatical y empíricamente ilógica (y ni pensar imposible): uno mismo, no anda comentándole al vecino: “vecino, tengo que decirle que sí, me falta y me sobra nada” (aunque en una formulación poética –y volátil, como los poetas- ésta posibilidad podría reverse).
En fin, usted se preguntará a qué quiero llegar con todo esto, pero lamento desilusionarlo, pues como ha observado al comenzar el texto, no cabía ningún objetivo posible, pues me había propuesto, sin nada, hablar de la nada, arriesgándome, por supuesto, a no llegar a ella.
Tal vez usted creyó llegar a algo con él (el texto). Tal vez lo haga y yo lo desconozca (si es así, hágamelo conocer, no sea egoísta). Tal vez el propósito sea llegar a algo con nada. Quizá sea a la posesión de ese algo a lo que yo quiero llegar. Tal vez haya que cuestionarse si las posesiones que poseemos (valga la diplomacia gramatical) significan algo para nosotros, o nada; o si sea correcto hablar de posesiones, dado que es la concepción de valor (subjetiva) que tenemos sobre ellas la que determina justamente el valor (valga –otra vez- la bendita diplomacia gramatical) de ese algo (o esa nada) para nosotros, (vamos de vuelta, más facil:) es decir:
“poseo algo, porque para mi lo vale, aunque para otro no valga nada”.
La nada, el algo, el todo, pertenecen al idioma cuantificador, tanto como lo es el valor; idioma propio del capitalismo (base económica a la cual me remití antes, y que obviamente, afecta al habla, pues se habla de otra manera, se habla desde la posesión) y su necesidad de administrar cuanto tiene, y de poseer cuanto le falta (para luego transformarlo en nada, y continuar así el proceso en cadena, cíclico, industrial, infecundo al fin y al cabo, innato en las reglas del capital).
Luego de intentar indagar sobre toda ésta cuestión, cabió la idea (sí, otra más, todavía mi cabeza funcionaba) de preguntarme:
-¿Qué pasaría entonces si dejáramos de pensar y hablar de posesiones?, ¿dejaríamos entonces de pensar y hablar de nada?
-Y si fuera así, ¿empezaríamos a pensar y a hablar de verdad? (Mmmm, huelo a revolución...)
(y ahora viene la larga...) ¿Y si nos desposeyéramos ahora de cuánto en realidad no es nada, para que nada ni nadie nos posea y nos convierta en la nada que quieren que seamos (o que ya creen que somos)?
Sería un pequeñito cambio en la forma de pensar, de actuar, de vivir; de reconocernos como iguales, y ahora si realmente libres, libres de toda posesion que nos ate. (Mmmm, si, revolución con claridad, que rico!)
Para algunos no somos nada; ni siquiera somos eso (lamentable pero no indefendible realidad). Pero lo cierto es que, para su desgracia (la de ellos, por supuesto), su noción de valor y de posesión no nos asusta, no la compartimos; pues, efectivamente, no somos nada ni algo que puedan o no poseer, somos alguien, somos “alguienes” quienes podemos desposeerlos a ellos.
Propongámonos ser todo, todos; y no poseer todo, algunos. Que el término no os confunda, ser no es poseer, puesto que sino, al fin de cuentas, no seremos alguien que vivió, sino algo que nunca lo hizo.
Creo ahora haber llegado a algo; mejor dicho, espero haber llegado a alguien.
Pensar que antes de escribir este texto creí no tener nada; efectivamente, así lo era, sólo que la nada puede utilizarse; mire todo lo que hize con ella!!!
Inténtelo. Se va a sorprender de todo lo que puede hacer con nada.

Creo en nada, creo en su todo.

2 comentarios:

Diego dijo...

Nunca no nos falta nada. Siempre nos falta algo. Es algo la nada? Ese algo necesariamente tiene que ser algo? No puede ser nada?
Ay
Mi razonamiento quedó confundido :S

vladimir dijo...

ahí te va una crítica piola!