Mausoleo

En el acallado vagón, me siento sobre mis tumbas.
En un lenguaje interior, se desprenden desfasados mis sentidos.
En mí reposan mis ojos, mis manos, mi nariz, mi boca, mis oídos.
¿Y ese silencio?
Soy yo recordándome, y sumida en mi oscuridad encendida, me miro, me toco, me huelo, me hablo, me escucho.
En mi fiesta negra, innumerables voces invocadas se alternan ebrias, y de tanto en tanto, se desprenden del viejo, enmohecido lenguaje del amor, sílabas impronunciables, inentendibles, y una lágrima que no rueda.
¿Y ese ruido?
Soy yo silenciándome, en un palpito en el que soy viaje (de ida), maleta (vacía) y camino (sin destino), en el que me planeo, me guardo, me recorro, intentando no desaparecer en el beso que no fue.
En el silencio del vagón me reconozco, me encuentro.
¿Y ese grito?
Soy yo renaciéndome, orándome en mi vagón silenciado por mis muertes.

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